La bailarina giraba y giraba sobre la superficie de distintas tonalidades de rosa metalizado. El cilindro, parte del mecanismo interno, tenía sus pinches perfectamente distribuidos para que, con los roces del peine metálico, provocaran agudas vibraciones que coincidían a la perfección con los acordes de “El lago de los cisnes”.
Cada noche, desde que llegó esa navidad, el alhajero musical desplegaba ilusiones, sueños de infancia que más tarde se transformaron en metas y trabajo duro de juventud.
Giraba la hermosa bailarina en su tutú blanco, tras los exactos tres giros de la cuerda, antes de cada audición, brindando serenidad, fortaleciendo anhelos y confianza.
El lago de los Cisnes siguió sonando antes de cada función, en cada viaje, después de cada festejo con el elenco, recordándole que nunca hay que rendirse ni perder las esperanzas.
Giró más tenaz que nunca en la mesa de luz de un hospital tras un accidente automovilístico. Esta vez, sus acordes buscaban despertar de un sueño profundo.
Se abrió una vez más la cajita de música. Los brazos desplegados, uno hacia adelante y otro hacia atrás, junto a una pierna levantada también hacia atrás, transmitían una sensación de libertad. La hermosa bailarina estaba quieta en su posición Arabesque. Esperaba apoyada en el banco entre zapatillas de punta y un termo de agua helada junto a una toalla. Se la veía reflejada en el gran espejo que ocupaba casi toda la pared de enfrente. Simplemente aguardaba.
Una vez más las precisas tres vueltas a la perilla para dar cuerda y Tchaikovsky vibró gratitud y sosiego. Mientras se abrían las puertas, giró y giró recibiendo a todos los pequeños que ingresaban con aquella misma ilusión que supo despertar hacía tantas navidades.
Así pasaron muchas navidades más, y una noche, antes de dormir, tras las tres rigurosas vueltas, la bailarina se quedó estática en su Arabesque. Ya no hubo giros ni acordes.
La tapa rosa se cerró dejando ver el dibujo de Sarah Kay en el exterior de la caja, que era del mismo color. Se llevaría a reparar al día siguiente.
Pero la tapa nunca más volvió a abrirse.