Mirando las estrellas

Hace muchos años, en una tierra de montes y llanuras abiertas, se encontraba un hombre. Este señor vivía junto con su familia, subsistiendo de lo que les daba la generosa tierra. Eran una familia humilde, el era un cazador, mientras que su pareja trabajaba en la casa, construyendo muebles de madera o juguetes para que sus hijos se diviertan. Cada mañana, el hombre se levantaba, saludaba a su compañera de vida y dejaba el hogar para salir a la caza junto con otros miembros de las familias vecinas. Eran viajes largos, viajes que duraban días en cumplirse. Muchas veces al volver, el cazador era regañado por su amada, quien rápidamente limpiaba sus heridas con agua. Compartían unas risas juntos, mientras que el enojo por sus descuidos cambiaba a alivio. Algunos días las familias vecinas se juntaban al lado de un fuego, cocinaban, bailaban, cantaban, disfrutaban de la comunión que tenían los unos con los otros. Momentos así alegraban los corazones de la gente, los unía, tanto entre si como al mundo que los rodeaba. Y, cuando todo terminaba y los niños dormían, la pareja disfrutaba de pasear por el campo mirando al cielo estrellado sobre sus cabezas.
-Mira- decía la chica -En esa estrella viven mis abuelos y en la del lado viven los tuyos. Seguro que están disfrutando de una buena comida y de una buena vida ahí arriba-
-Seguro que si- Le contestaba el cazador, quien simplemente suspiraba antes de voltear a cruzar miradas con su compañera de toda la vida.
-¿Crees que nuestra estrella brille igual que la suya?- Pregunto la mujer con una mirada algo emocional en sus ojos.
-Creo que…cuando tengamos una estrella en los cielos…que brillara el camino a todos los hombres y las mujeres lejos de casa, dándoles luz en los momentos más oscuros- Mientras decía estas palabras, el cazador se detuvo con la mirada al cielo, sintiendo paz en estos momentos.
-Suena hermoso, amor…Sin duda brillaremos juntos y veremos a nuestros hijos traerles felicidad a sus familias. –
Le tomo unos segundos contestar al hombre, pero finalmente dijo -Eso espero amor…eso espero-
Las memorias se mueven ante los ojos del cazador, como imágenes moviéndose en una película vieja, borroso y sin orden. Pero, como siempre, esos recuerdos viajan al momento que cambio su vida. Cuando el hombre fue de cacería junto a sus compañeros, vio el primer movimiento de la mano infernal que le arrebató su vida. En donde antes había bosques, en donde había pájaros, en donde los vientos soplaban sobre las hojas, los cazadores encontraron la niebla oscura del humo. Vieron fuego arder sin pausa, comiendo todo lo que les daba sustento, destruyendo la tierra que tanta vida les dio a ellos y a sus ancestros. Nunca en sus vidas vieron tanta destrucción ante sus ojos, tanto caos que ni siquiera quedaban animales escapando de los restos del bosque. Su búsqueda no rindió frutos y por ello serian perseguidos por el hambre y la culpa en su camino a casa. Al menos siempre podían buscar en otras tierras, con suerte ninguna sufrió el mismo destino que sus queridos bosques sufrieron. De cualquier forma, tenían que volver a sus hogares y planear una forma de encontrar comida.
Les tomo días ir a los bosques y les tomo otros días en volver a sus hogares. Pero, cuando volvieron no encontraron sus casas, o sus familias, o sus vecinos. Encontraron cenizas. Los cazadores solo hallaron los restos de su vida perdida. Lagrimas corrieron en el rostro del cazador, quien se acerco a la pila de cenizas donde antes estaba su hogar. Callo a sus rodillas, devastado por lo que esto significaba. Con años de experiencia cazando, él sabía cómo rastrear y localizar a cualquier criatura. Pero no vio ningún rastro de gente, no había nada más que la desolación y los restos de su hogar. A pesar de esto, en los siguientes días el junto con algunos hombres dedicaron su tiempo a buscar y buscar por los campos y los montes por cualquier rastro. Cualquier pizca de evidencia de que escaparon el fuego, de que sobrevivieron y los están buscando, o que alguien los capturo y los deben rescatar. Cualquier cosa. Pero, poco a poco los cazadores se separaron, dejando solo al ultimo cazador quien simplemente siguió caminando sin rumbo.
Sus ojos parpadearon, el reflejo de las aguas de un rio mostro su rostro sucio y lastimado. Lagrimas corrían por su cara mientras la lluvia de memorias corría por su mente en tormento. A pesar del tiempo pasado aún recuerda lo perdido. Mientras lava su cara simplemente deja un suspiro tembloroso, vuelve a ponerse en pie y sigue su búsqueda sin destino. En los años que pasaron, ya no tiene un lugar al que llamar hogar, apenas come las pocas cosas que logra cazar y vive en la mugre, abandonado por cualquier deseo de cuidarse.
Caminando, encuentra una colina en la cual se sienta. Mirando al horizonte, el sol se esconde, el día termina ante sus ojos y poco a poco el cielo oscurece. Pero, a la vez se llena de puntos y formas, los cuales cubren el cielo con su manto de luz. Su mirada se levanta, perdida en las estrellas que su amada solía apuntar cada noche que paseaban juntos. Su mano se estiro, intentando alcanzarlos, pero pronto colapso. La estrella mas brillante del cielo alumbraba para él, no para guiarlo, si no para recordarle de su perdida. Y así, cada noche, sus ojos no pueden evitar observar al cielo, mirando las estrellas.

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